lunes, 25 de marzo de 2013

Sobre la necesidad de arquitectura

Autor: Santiago de Molina
Publicado inicialmente el 04/01/2013 en Múltiples estrategias de arquitectura


No es ninguna novedad declarar muerta la arquitectura. Otro tanto ha ocurrido con la literatura, la filosofía o la misma cultura a lo largo de la modernidad.
Las razones de todas esas defunciones, han sido argumentadas y rebatidas con cada cambio de paradigma o cada búsqueda de notoriedad apocalíptica. Puede que vivamos rodeados de cadáveres, sin embargo solo gracias a ellos somos capaces de sentir una especial continuidad con el mundo. Puede que precisamente por eso se haga difícil creer que la arquitectura haya dejado de tener sentido.
Cada vez que los seres humanos se reúnen en un lugar, la mera organización física de ese espacio es arquitectura. Y lo es porque se trata de uno de los primeros sistemas materiales que ha encontrado el ser humano para darse sentido y comunicarlo de modo tangible. Desde los hechos elementales de la vida, el recordar el pasado, o la mera relación con el universo exterior al hombre, la arquitectura se convierte en una necesidad. Las relaciones del hombre con el mundo cobran sentido gracias a la arquitectura. Las relaciones entre las cosas cobran sentido si la arquitectura hace de intermediaria significante.
Tal vez la arquitectura deje de ser necesaria cuando deje de proporcionar eso que Sartre llama “alegría estética”, es decir, un especial tipo de placer que recibe el hombre al perfeccionarse conociendo lo que le rodea y a si mismo. Una búsqueda que obligó a Le Corbusier a proyectar casas, coches, muebles, ciudades  y obras hidráulicas del mismo modo que antes había obligado a Vitruvio. Y ello sin renunciar a nada como objeto de trabajo, porque el campo de acción de la arquitectura es el hombre, y todo lo que le atañe al él, atañe a la arquitectura.
La arquitectura es demasiado importante para dejarla en manos de nadie que no se sienta atado a esa vieja y denigrada herencia de Vitruvio.
Incluidos los arquitectos.
[agradecemos a Santiago de Molina que nos haya permitido reproducir en este blog su magnífico artículo] 

lunes, 18 de marzo de 2013

Mamá, ¡quiero ser artista!

Autor: Alberto Ruiz
Publicado inicialmente el 27/02/2013 en www.arquitecturaconminusculas.wordpress.com

De unos años a esta parte es habitual escuchar críticas a las barbaridades arquitectónicas perpetradas en este país. Se analizan sus componentes sociales, políticas y sobre todo, económicas. Que hasta el follonero nos ha dedicado un programa, tú.

Y sin querer quitarle ni un gramo de razón a los críticos, aunque sorprendido de que ninguno de tan agudos analistas se diera cuenta de esto hasta quien dice anteayer, me da por preguntarme si la cuestión está en lo social, en lo político y en lo económico, o si el verdadero problema es que llevamos veinte años haciendo una arquitectura muy mala.

Nos hemos empeñado en llevar el debate a terrenos en los que podamos culpar a otros. Siempre hay un alcalde, un consejero o un subsecretario responsable de haberse comprado la última obra del pritzker de turno.


Pero amigo, el que ha cogido el lápiz y ha parido el artefacto, has sido tú.

Criticamos sin piedad esa moda post-guggenheim de comprar arquitectura como el que compra cuadros. “le hemos encargado la obra del palacio de congresos municipal a fulanito, que sale en el dominical del país” y fulanito se planta en aquel pueblito manchego de 300 habitantes, coloca su “cosa” con capacidad para 5000 espectadores (“oye, que van a venir a escuchar zarzuelas hasta de la capital”) y a otra cosa, mariposa.

Porque fulanito es un ARTISTA (con mayúsculas, of course) y una vez en el Pasajes dijeron que sus propuestas tenían la vaga y prometedora indefinición de la materialidad crepuscular (con foto blanco y  negro, mirando al infinito y agarrándome la cara con la mano, so cool…), y se ha dado cuenta de que gracias a la materialidad crepuscular, puede plantar un pirulo móvil en el centro de una rotonda, una flanera* bocabajo en medio de un erial o unos cientos de toneladas de hormigón sin ventanas en una huerta, y que no solo no le van a tirar piedras sino que le van a dedicar una retrospectiva (a mis 40, guau!) en las arquerías de Nuevos Ministerios.

Que parte del problema es del que nos ha dicho lo de ¡¡¡artista!!!

Pero es que nosotros nos lo hemos creído…

(*los créditos de “la flanera de zaera”, son, por supuesto, de nuestros admirados n+1)

domingo, 10 de marzo de 2013

Nuevo Museo para Madrid

Sugerencia de: Daniel Soto

El pasado miercoles, 6 de marzo, Emilio Ambasz presentó, junto a la alcaldesa de Madrid, el proyecto del nuevo Museo de las Artes, Arquitectura, Diseño y Urbanismo (MAADU).
Este museo será un regalo del arquitecto a la ciudad de Madrid, quien financiará su construcción (con 4,5 millones para el edificio y 5,5 millones para su contenido).
Por su parte, el ayuntamiento le cede el solar que actualmente ocupa el edificio nº 30 del Paseo del Prado (que habrá de demolerse); y la explotación del inmueble por un periodo de 75 años.

Os dejamos varios enlaces donde poder ampliar la noticia:
arquitecturaviva
abc
el país

Quien escribe estas líneas tiene ya una idea formada sobre el significado de esta noticia, pero, dado que el Blog pretende ser un punto de encuentro de impresiones, nos gustaría que contribuyeráis al debate sobre esta operación contándonos las vuestras.

[Daniel Soto es alumno del Grado en Fundamentos de la Arquitectura URJC]

martes, 5 de marzo de 2013

Maquetas

Las maquetas de arquitectura son una herramienta fundamental en todas las fases del proyecto.
Desde las primeras maquetas de tanteo en busca de una idea, pasando por las maquetas de trabajo que ayudan a desarrollarla, y acabando por las maquetas de formalización; nos permiten dedicar un tiempo a pensar con las manos y con la materia, más allá de las dos dimensiones del papel o la pantalla.
Son la primera materialización de lo que podría llegar a ser un día el proyecto y, en muchos casos, serán la única  - como sucede con los ejercicios que se desarrollan durante la carrera.

“La maqueta, la casa como hijo, promete una belleza que, más tarde, no siempre se da en la construcción” dice Bloch en su Principio Esperanza (gracias a Santiago de Molina por la cita)

En nuestro Grado, damos mucha importancia a las maquetas. Desde talleres específicos hasta sesiones de improvisación en proyectos, tratamos de transmitir a nuestros alumnos que son una herramienta imprescindible para acercarse a la arquitectura.
Y no debemos estar haciéndolo mal, porque los resultados son muy prometedores (aunque el mérito es todo suyo).
Os dejamos con una pequeña muestra del trabajo de los estudiantes.
   
















domingo, 3 de marzo de 2013

'Howl'

Sugerencia de: Daniel Soto

Howl es un poema de Allen Ginsberg de 1955, considerado una obra cumbre de la generación Beat.
Pensada inicialmente como una pieza teatral, Ginsberg refleja en este poema el descontento y la desorientación de toda una generación.
No hemos podido insertar la versión completa, que podéis ver en este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=lM9BMVFpk80


[Daniel Soto es alumno del Grado en Fundamentos de la Arquitectura URJC]

viernes, 1 de marzo de 2013

El no sé qué

Autor: José Ramón Hernández Correa
Publicado inicialmente el 25/02/2013 en http://arquitectamoslocos.blogspot.com.es/

El sábado 23 de febrero el magnífico programa Documentos, de RNE, estuvo dedicado a Miguel Fisac: "La arquitectura de Miguel Fisac: Hormigón de carne y hueso". (Clica sobre el título si lo quieres escuchar).
La buena arquitectura acaba triunfando, y Fisac, que estuvo en la cresta de la ola desde el principio de su carrera profesional hasta los años sesenta, y que en los setenta sufrió un injusto y vergonzoso olvido, vuelve a ser apreciado, y encuentra de nuevo sitio en la historia de la arquitectura española. Lo celebro, porque todos tenemos mucho que aprender de él. Todos los días.


Fisac, además de tener unas enormes dotes como arquitecto, era un honrado pensador sobre la arquitectura. Quería entender la arquitectura contemporánea para entenderse a sí mismo, y quería saber cómo tenía que ser un edificio y una ciudad, y, sobre todo, cómo tenía que ser un arquitecto para hacer bien su trabajo.
Transmitía sus pensamientos de una manera sencilla y directa. Se le entendía todo, y eso me gusta mucho. (Es lo que a mí me gustaría conseguir). Pero, a menudo, ese afán de sencillez le llevaba a simplificar en exceso la exposición de sus ideas. (Ojo: No digo que sus ideas fueran simples. Digo que es simple su exposición). Era muy didáctico. Yo tuve una vez la ocasión de escucharle en clase y me entusiasmó lo que contó y cómo lo contó.
El caso -y a lo que voy- es que él decía que su arquitectura se fundaba sobre cuatro pilares o cuatro premisas. (En el programa de RNE lo explica desde el minuto 34:45 hasta el 36:00):

1º.- El para qué.- Que resuelva los motivos por los que se ha hecho. (Programa de necesidades, condicionantes de partida...).
2º.- El dónde.- Que responda al lugar en que está, y a sus condiciones climáticas, paisajísticas, históricas, culturales...
3º.- El cómo.- Que se haya hecho con los medios técnicos más idóneos, más baratos... Que funcione bien... etc.
4º.- El no sé qué.- "Después viene... el nó sé qué. Y es cuando viene la parte de arte".

Queda muy clara la explicación, y cualquiera que no sea arquitecto entenderá con ella no sólo la importancia de la arquitectura, sino la importancia de hacerla bien y de ser honrado y coherente con ella. Pero a mi juicio sobra el cuarto pilar. O, mejor dicho, está incluido en los otros tres. Tiene que trabajar con ellos, en ellos (es ellos), y no está bien que aparezca luego, como un invitado caprichoso y a mesa puesta.
Creo percibir un cierto pudor en Fisac cuando enuncia ese punto. No sólo no sabe explicarlo (de ahí que lo llame el "no sé qué"), sino que parece como si le diera un poco de vergüenza que "después" tenga que venir "la parte de arte".
(Y la verdad es que sí que da un poco de vergüenza, y hasta un poco de fastidio, que tenga que venir esa parte. "Es cuando viene la parte de arte". Como cuando viene una visita, o un pariente pesado, o como cuando, tras una deliciosa comida, viene la cuenta).
Es injusto que el para qué, el dónde y el cómo actúen con sensatez, lógica, inteligencia y honradez para que luego venga el loco de la casa, el no sé qué, a echar las patas para lo alto. No. Eso es trampa.
El cómo, según Fisac, incluye el medio técnico, el económico, el funcional... ETCÉTERA. Pues en ese etcétera cabe todo, hasta cualquier no sé qué y cualquier sí sé qué.

Fisac debió de quedar muy contento con el hallazgo discursivo de esos cuatro pilares, porque él mismo, cuando comenta sus obras en artículos o libros, separa los cuatro capítulos: El para qué, y explica qué se necesitaba construir, qué le pidieron sus clientes, cuáles eran los requisitos que el edificio tenía que solucionar... El dónde, y comenta cómo era el solar, si hacía mucho frío en invierno, si las vistas eran buenas o si al lado había un edificio de tales características, con el que había que comunicarse o había que darle la espalda. El cómo, y nos dice si se emplearon vigas de gran luz, si se hicieron tales encofrados o se decidió hacer dos plantas por esto y por esto otro.
Pero luego llega el no sé qué y todo se vuelve melifluo, evanescente e inefable. Y es que, naturalmente, intentar aislar la molécula noséqué es imposible cuando es una molécula coherente con el resto. Es muy fácil explicarla cuando es una molécula falsa, postiza, un adorno kitsch e insincero que viene a agarrarse al edificio como una garrapata y a colgarse las medallas. Pero cuando la arquitectura es sincera, coherente, poderosa y buena, como lo es la de Fisac, ese "no sé qué" está desde el principio, resolviendo el programa, eligiendo la orientación en el solar, decidiendo materiales, buscando la disposición de las vigas, las luces, la altura del edificio. Todo es noséqué.
(Es lo mismo que contaba en mi anterior entrada contra el arte. Hay que estar contra el arte cuando se entiende éste como valor añadido, como adorno o como ennoblecimiento a posteriori de la obra. Porque el arte de verdad es el propio trabajo, la propia obra. Pues, igualmente, el noséqué no es "y luego viene", sino que está trabajando con el hormigón y con el ladrillo, y con el solar y con el cliente).
Una obra arquitectónica buena es un algo orgánico y coherente. Y o toda ella es noséqué o no hay noséqué que valga.


En la iglesia de esta foto de arriba se celebra la entrada de luz en el altar, por los lados y por arriba, separando el testero (¿ábside?) y dando una sensación de inmaterialidad, muy espiritual. ¿No sé qué? Sería un noséqué si a Fisac le hubiera salido de chiripa, pero se ve que tuvo una intención clara y una conciencia exacta, como en el cálculo de las armaduras de hormigón.
Otros cuantos ejemplos de noséqués fisaquianos:






Yo sí que siento un noséqué en estos edificios, naturalmente. Cosas que no sé explicar bien. Emociones, sorpresas, placeres espaciales... Pero todo ello está perfectamente diseñado y previsto. Don Miguel, no me fastidie: Usted sí sabía qué.

[agradecemos a José Ramón Hernández que nos haya permitido reproducir en este blog su magnífico artículo]